La historia en realidad puede parecernos simple, el señor
Michelle es un tipo inteligente, hábil, en principio es un tipo del que se esperan grandes cosas. Pero como muchos otros personajes de Bresson, Michelle está desubicado, desorientado, parece que no tiene interés en nada, que detesta de algún modo el mundo que le rodea y que tampoco quiere solucionarlo, no hay una grandeza en nada... Desprende por todos los poros ese aire nihilista.
Sin embargo
Michelle encuentra algo que sí le hace sentirse vivo, algo que le gusta casi hasta de una forma sexual y eso es robar, pero robar con discreción, con sigilo, robar con la posibilidad de que te puedan pillar y cada vez que lo hace, es tal el realismo que tú te metes dentro de la piel de
Michelle y el corazón te late como le late a él y te sientes aliviado como el se siente aliviado cuando le sale bien.
Finalmente ese camino del mal, pecaminoso, le llevará hacia la redención en manos de una muchacha a la cual ya conocía y con la que parece va a tener un amor imposible separado por unos barrotes.
No sobra nada en esta película y creo que es de las pocas en las que hay acompañamiento musical sin la presencia de instrumentos en la escena. Planos segmentarios importantes, seguimientos de manos (en
El diablo probablemente, parecen tener más importancia las piernas, quizá por ese deambular tedioso de
Charles), aquí las manos y su habilidad son las protagonistas. Modelos que aunque apenas gesticulen parecen mucho más reales que los actores comunes, una historia casi narrada de alguien que tenía la capacidad pero no la herramienta para utilizarla.
Es en mi opinión de las que he visto de
Bresson por ahora mi preferida, aunque El diablo... me inquieta más, consigo meterme mejor dentro de esta película; pese a que hay bastantes similitudes entre ambas películas (un tipo inteligente y “perdido”, con amigos fieles que no consiguen domarlos, con relaciones amorosas que no saben si van adelante o atrás) son películas que casi te agobian porque consiguen transmitirte esa desazón del no saber a donde ir, del no saber que hacer con tu vida.
A mí
La naranja mecánica y en concreto
Alex me recuerdan a este tipo de personajes y quizá haya algo de inspiración bressoniana en la obra de
Kubrick (o al libro) o tal vez sólo sean pajas mentales mías. Pero también
Alex es un tipo dotado, educado, inteligente, con buen gusto y seductor envuelto en una sociedad que es quien le lleva a ese camino. Aunque claro sólo en ese sentido están las similitudes.
En fin, aunque yo no soy habitual consumidor de este cine tan independiente, tan culto o tan poco convencional, he de reconocer que
Bresson es un realizador que me atrae y esta película me parece muy recomendable y sigo pensando que a mí como pollo que soy en estas cosas se me escaparán muchos detalles, pero pienso que Bresson es más el como lo cuenta que lo que cuenta en sí (sin desmerecer lo último).