"Aquella noche, en la fiesta de Brooklyn, estaba interpretando a la chica de moda, la chica deseada por un hombre como Nick: la Chica Enrollada. Los hombres siempre dicen eso como si fuera el cumplido definitivo, ¿verdad? «Es una tía muy enrollada.» Ser la Chica Enrollada significa que soy una mujer atractiva, brillante y divertida que adora el fútbol americano, el póquer, los chistes verdes y eructar, que juega a
videojuegos, bebe cerveza barata, adora los tríos y el sexo anal y se llena la boca con perritos y hamburguesas como si estuviera presentando la mayor orgía culinaria del mundo a la vez que es capaz de
algún modo de mantener una talla 34, porque las Chicas Enrolladas, por encima de todo, están buenas. Son atractivas y comprensivas. Las Chicas Enrolladas nunca se enfadan; solo sonríen de manera disgustada pero cariñosa y dejan que sus hombres hagan lo que ellos quieran. «Adelante, cágate encima, de mí, no me importa, soy la Chica Enrollada.
(...)
Esperé pacientemente —durante años— a que el péndulo oscilara hacia el otro extremo; a que los hombres empezasen a leer a Jane Austen, aprendieran a bordar, a fingir que les encanta beber Cosmos, a
organizar fiestas para crear álbumes de recortes y a enrollarse entre ellos mientras nosotras miramos con lascivia. Y entonces diríamos: Sí, es un Tío Enrollado".
Perdida, de Gillian Flynn.