Se coincide,
Ran es de lo mejor que ha filmado Kurosawa. Él mismo lo consideraba su mejor film, su obra cumbre. Su esencia la convierte en una película fría y desesperanzadora, llena de poderosísimas imágenes, como los papeles que representan las dos hijas de los otros dos líderes asesinados por Hidetora. Las dos representan la adaptación ante la derrota: la venganza y la compasión. La venganza está representada en Kaede, esposa de Taro, que no quiere otra cosa que desmembrar el clan familiar de los Hidetora, envenenando la mente de Jiro, haciendo que éste asesine a su propia esposa, Sue. Kaede se relaciona enseguida con la sangre al herir el cuello de Jiro con un cuchillo y al matar a un saltamontes después de seducirlo. Sue, la hija del otro gran jefe asesinado, esposa de Jiro, se relaciona con Buda y con su infinita compasión.
Otra imagen apocalíptica la encontramos en ese demoledor final, con la marcha fúnebre y al pobre Tsurumaru, ciego por culpa de Hidetora en tiempos pasados, abandonado. Anteriormente, Hidetora, ya loco, al conocer a Tsurumaru y escuchar la melodía que toca él con su flauta, entona un mea culpa en forma de magistral metáfora: se lanza contra la débil pared de la cabaña de Tsurumaru, llevándosela por delante, a modo de fuerza moral, pues las notas que escucha son mucho más elocuentes que las palabras para describir el sufrimiento que ha tenido que padecer Tsurumaru.
Y después está la épica que desprende la película. La épica que presenta Kurosawa es desgarradora y brutal, cercana a los orígenes de la epopeya; yo diría que es casi anti-épica. El asalto al castillo de Hidetora por parte de las tropas de Taro y Jiro es toda una demostración de crudeza visual. Rodada gran parte de ella en silencio, con un lúgubre y demoledor acompañamiento musical de Toru Takemitsu que casa perfectamente con las dantescas imágenes que desfilan ante nuestros ojos: soldados agonizantes en el barro, vigías asaeteados hasta la saciedad, hombres mutilados, la locura y la desesperación cunden entre la guardia de Hidetora... De hecho, no hay combates cuerpo a cuerpo, ni duelos, ni nada parecido, sólo masacre y muerte. Como le dice el soldado ensangrentado a Hidetora:
estamos en el Infierno.
En fin, se podría hablar durante párrafos y párrafos sobre este cuento épico con grandes dosis de moralidad, una muestra (o advertencia) de los peligros del ego humano y su insaciable ansia de poder. Una película fatalista y apocalíptica como pocas.
Un saludo